Después de una etapa un tanto complicada en terminos técnicos, hoy nos hemos levantado con fuerzas. Nos hemos despertado, preparado con rapidez y hemos salido hacia la Cruz de Hierro de Foncebadón, que está a un kilómetro, aproximadamente, del pueblo. Lo cierto es que el terreno ha sido bastante complicado: muy estrecho, en ciertos puntos incluso se veía cortado por los matorrales.
En cualquier caso, hemos llegado como hemos podido a la Cruz de Hierro. Llevábamos con nosotros las tres piedrecitas que nos dio Pili para dejarlas allí, y que así una parte de nosotros esté siempre en el Camino de Santiago. Nos hemos hecho la foto correspondiente y hemos iniciado el descenso. De nuevo, el terreno… casi a la altura que el de Zubiri. Y así, en las peores condiciones, Lola continúa sorprendiéndome: ha hecho todo el camino ella sola. No ha sido fácil, ha habido momentos de tensión causados por el estado del terreno, pero no ha necesitado ayuda. Las subidas, las bajadas, las zonas más estrechas… lo ha hecho como la campeona que es.
El esfuerzo se ha visto recompensado cuando hemos llegado a un pueblo que se llama Molinaseca. Ahí hay unas piscinas fluviales que están fenomenal (eso sí, obviamente, bastante frías). Aún así, no hay piscina (sea fluvial o no) a la que Yago y Lola se resistan. Así que, mientras yo les vigilaba mientras me tomaba un bocadillos, ellos han disfrutado de un buen chapuzón. ¿Qué mejor manera de reponer fuerzas?
Después de un merecido descanso, nos hemos puesto en marcha. Un rato más tarde, nos hemos dado cuenta de que la rueda de atrás de la bici había pinchado. La hemos arreglado como se ha podido y Lola ha seguido tirando, teniendo que parar de vez en cuando.
Pero, al fin, hemos llegado a Ponferrada. Hemos parado en una gasolinera porque me ha llamado la atención un anuncio de una tienda de bicis. He llamado pero, siendo domingo, era complicado que me lo cogieran. Paula ha aprovechado para buscar alguna tienda de bicis para poder arreglarla, y yo he pedido ayuda por instagram. Al final ha sido Paula quien ha conseguido el teléfono de una persona que, afortunadamente, estaba trabajando. Menos mal.
He llamado corriendo y nos hemos acercado. Nos ha dicho que, en realidad, él se dedica al alquiler de bicis, y que presta este servicio a peregrinos, pero que no se dedica a la reparación. Sí que nos ha dicho que tiene un taller, pero de uso propio. Menos mal que todavía quedan personas buenas en el mundo (y nos estamos encontrando muchas durante este viaje), y nos ha hecho el favor de arreglar la bici de Lola.
Hemos salido de allí con la bici como nueva, pero ya era tarde así que hemos tenido que prescindir de la siesta. Hemos aprovechado que estábamos por la zona para ir a dar un paseo, ver el castillo de Ponferrada… Y nos hemos encontrado con una peregrina italiana que es con la que hemos estado antes en las piscinas de Molinaseca. Hemos cenado todos juntos algo de picoteo y, de postre, un helado para los niños.
De vuelta en casa, muy cansados, nos hemos preparado para descansar, y hemos hecho un directo como buenamente hemos podido… al final, entre unas cosas y otras, nos hemos ido a dormir a las 23.30; luego, que porqué estamos cansados…
¡Nos vemos mañana!
Estamos deseando comenzar y compartir con todo el mundo nuestra experiencia; queremos ayudar a Fundame con la investigación, con los tratamientos y sobre todo con la visibilidad, que nadie se quede sin saber que esta enfermedad rara existe y todos los niños merecen vivir de la mejor manera posible.