Un día más hemos amanecido con energías y, como viene siendo costumbre, hemos trabajado en equipo para hacer las cosas a tiempo. Íbamos en hora y bien hasta que, bajando la rampa del albergue, Yago se ha tropezado, se ha caído y se ha raspado toda la rodilla. Le he limpiado la herida como he podido con agua y con lo que tenía. Un hombre que estaba ahí al lado descargando nos ha dicho que el centro de salud estaba a escasos 100 metros, así que nos hemos ido para allí. Ha salido una mujer que nos ha dicho que, sin mascarilla, no podíamos entrar. Totalmente entendible, así que le he preguntado si podía salir ella a echarle un vistazo aunque fuera. Pero no; así que nos hemos ido tal cual estábamos.
Un poco más calmados hemos comenzado la etapa de 27 kilómetros que teníamos por delante hasta O Cebreiro.
Después de un rato caminando, nos hemos encontrado con un señor que iba con una bici de hace ya algunos años que nos ha preguntado que a dónde íbamos. Cuando le hemos dicho nuestro destino, nos ha propuesto hacer una carrera, a ver quién llegaba antes; el ganador, dejaba pagado el café al otro. Así que nada, se ha puesto en marcha y nosotros también. Ha sido al rato, cuando abandonamos la carretera para entrar en el camino y comenzar a subir, que nos lo hemos encontrado bajando. Nos ha dicho que ha tenido que darse la vuelta y ha seguido adelante. Pero es que por si eso fuera poco, a falta de tres kilómetros para llegar a O Cebreiro nos lo hemos vuelto a encontrar, esta vez en coche. Nos ha dado la enhorabuena por lo que estamos haciendo (no exactamente con esas palabras, pero de esta forma queda más suave), y nos ha dicho que nos veíamos arriba.
Ha sido una etapa…dura. Ha sido a las 3 de la tarde cuando, por fin, entrábamos en Galicia. Y ha sido media hora más tarde cuando nos hemos plantado en O Cebreiro. Ha sido un momento muy emotivo: hemos entrado en la plaza del pueblo, donde había varios grupos de peregrinos. Cuando nos han visto entrar, se han puesto todos a aplaudir. Da gusto coincidir con personas así…
Así que nada, hemos ido a casa, hemos comido, nos hemos duchado, hemos lavado y tendido la ropa… y, al final, entre unas cosas y otras, se nos han hecho las 5.30 de la tarde, así que no hemos podido echarnos la siesta. A falta de eso, hemos salido a dar un paseo, y nos hemos encontrado con unos chicos que nos han preguntado por nuestras camisetas, que si teníamos más. Les hemos dicho que solo tenemos estas, que las lavamos cada día y, entre unas cosas y otras, ha surgido el tema del reto solidario por los niños con AME. Ha sido emocionante y se ha escapado alguna que otra lagrimita.
Nos hemos encontrado con Elena y, antes de ir a cenar todos juntos, nos hemos ido a ver la puesta de sol, que se veía muy bonita. Nos hemos enterado después de que en el pueblo hay un punto de encuentro en el que la gente se reúne para ver la puesta de sol, porque se ve espectacular. Bueno, quizás para la próxima.
Hemos tenido un día intenso, así que después de cenar nos hemos vuelto a la habitación. Dientes lavados, todo el mundo listo para dormir… así que a descansar, que mañana será otro día y cada vez estamos más cerca de nuestro objetivo.
Estamos deseando comenzar y compartir con todo el mundo nuestra experiencia; queremos ayudar a Fundame con la investigación, con los tratamientos y sobre todo con la visibilidad, que nadie se quede sin saber que esta enfermedad rara existe y todos los niños merecen vivir de la mejor manera posible.