Se oye su nombre, la adrenalina se dispara, sube al ring, ya está toda la preparación terminada, sólo queda darlo todo y terminar, cuanto menos, airoso.
Y en pocas palabras podemos, resumir sin extendernos en el propio combate, meses y meses de trabajo.
Desde el punto de vista de cada persona se puede enfocar de una manera totalmente diferente, el público, la familia, entrenador, organizador… y el propio deportista.
Su nutricionista, qué lugar más cómodo (por el esfuerzo que supone) y complicado (por la precisión del trabajo), qué desconocido (por lo reciente) y qué importante (por la influencia que tiene). Lugar cómodo, digo, si me ciño a mi trabajo en el despacho.
Gracias a mi trabajo me toca vivir innumerables experiencias, conocer gente nueva cada día y escuchar sus inquietudes, sus problemas, sus celebraciones… cada día me cuelo en sus comedores, a veces, hasta el punto de que forman parte también de mis propias preocupaciones.

Y es que la alimentación juega un papel fundamental en la salud de todos, en el caso de los deportistas, es una pieza clave en su carrera.
El boxeo es (o era) un deporte absolutamente desconocido para mí, ni siquiera lo había vivido como espectadora televisiva, su violencia me ha impactado siempre.
Reconozco que al recibir su llamada para ayudarle con la alimentación, me temblaron un poco las piernas, pero los retos hay que aceptarlos y aprender cada día de ellos.
Cada semana planificamos la alimentación al milímetro, teniendo en cuenta entrenamientos, objetivos de peso, compromisos sociales. Si realizar una dieta de adelgazamiento es difícil, hacerlo con la presión de alcanzar un peso para una fecha determinada o mantener durante meses una cifra constante en la báscula, es una tarea realmente complicada, sobre todo para él, amante de la comida y que tiene una vida más allá del deporte, una vida social, como la mayoría, pero siempre limitada a comer lo mínimo, contado con cuentagotas y sin contemplar ningún tipo de exceso dietético.
Cuando se va a acercando una cita importante, el entrenamiento se hace más intenso, la dieta más estricta y la presión se acentúa, negocios, alojamientos en otras ciudades, pactar el peso…
Tenemos que controlar la báscula a cada momento, reducir la hidratación al mínimo indispensable en las horas previas, llegar a unos límites en los que el cuerpo se resiente, y después del pesaje, comer y beber, pero comer y beber no de la manera que le gustaría sino teniendo en cuenta la recuperación, evitar indigestiones, optimizar las reservas para el combate y mantener un peso adecuado.
Había experimentado la emoción de animar a un paciente deportista en una prueba, de verlo llegar a una meta o estar pendiente del móvil para conocer resultados y su estado físico, pero no los nervios que se producen antes de un combate, el momento en el que le llaman al ring y se acelera el pulso de todos los que hemos ido a apoyarle, la angustia cuando recibe un golpe o la euforia cuando lo propina, y la alegría orgullosa de la victoria…
Esto en realidad es una reflexión. Sigue sin gustarme el boxeo, aunque empiezo a entenderlo, sobre todo por comprobar el sacrificio que supone durante meses, en todos los aspectos, pero el que por mi trabajo me ocupa, un sacrificio que no todos podrían, cada día pensando en qué comer, ni más ni menos, en qué van a servir en el restaurante, en qué se va a llevar cuando acude a una celebración, porque seguramente no pueda ni probar lo que los demás ingieren sin remordimientos;
No sé si volveré a acompañarle en persona, me cuesta, pero seguiremos buscando su mejor versión en el deporte, cuidando la salud en todo momento, porque no olvidemos que si la alimentación juega un importante papel en el rendimiento físico, aún más significativo lo es en la salud.
Enhorabuena, no por ganar, que como buen deportista es lo que quieres, sino por luchar, por seguir los consejos de todo aquel que forma parte de esto, por esforzarte todos los días en alimentarte de la mejor manera, por mucho trabajo que suponga ceñirte a unas dietas tan estrictas.
A seguir cazando, Tiburón.